A estas alturas, el prefijo eco que, entre otras cosas, significa ecología, debería formar parte de la palabra diseño. Es decir, el elemento compositivo y la palabra deberían estar unidos de manera taxativa, sin posibilidad de disolución, porque ¿acaso puede desligarse el diseño de un planteamiento ecológico o sostenible? En 2021, la respuesta parece obvia.

Es más. Podríamos dar una vuelta de tuerca al asunto. Eliminar la partícula eco de la palabra diseño, porque entenderíamos que el proceso en sí es irremediablemente ecológico y sostenible. ¿Para qué remarcarlo entonces? Resultaría redundante, de la misma manera que no hablamos, por ejemplo, de ecorreciclaje, ¿no es el reciclaje en sí un acto ecológico?

Así que, ¿por qué seguir hablando de ecodiseño? ¿Por qué no eliminar ya la partícula eco si todo el diseño ha de ser ecodiseño? La respuesta es sencilla: queda mucho trabajo por delante hasta llegar al punto en que la conciencia sea plena y todo el diseño, ecodiseño. El camino aún por recorrer hacia la integración definitiva de la perspectiva ambiental en el diseño nos da la respuesta.

Índice de contenidos

    1. EcoBranding: soluciones transversales para el futuro

1.a. De la correcta gestión de residuos a su disminución
1.b. Ecodiseño y empresas

    1. El ecodiseño: hacia el producto y envase idóneos

2.a. La importancia de quien provee y la presión de quien consume

 
 

1. La situación actual: los datos, el marco normativo y la respuesta empresarial

Ningún diseño es, hoy en día, fruto del azar. Tan siquiera responde a un objetivo estético o de mera funcionalidad. Todo diseño se plantea actualmente, o al menos así debería ser, de acuerdo a un objetivo de ahorro, ecología y sostenibilidad con el fin de reducir su impacto medioambiental y, en determinados sectores, cumplir además con la normativa vigente al respecto. Hablar de diseño nos obliga pues a hablar de ecodiseño.

 

 

1.a. De la correcta gestión de residuos a su disminución

El INE, Instituto Nacional de Estadística, apuntaba en su último informe, lanzado a finales del pasado año, que nuestro país había generado a lo largo de 2018 un total de 137,8 millones de toneladas de residuos, un 4,7 % más que en el 2017. Del total, los hogares españoles fueron responsables del 16,5 %, un 0,6 % más que en el mismo periodo anterior.

Los datos resultan demoledores si tenemos en cuenta que, según el Miteco, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico*, de esos 22 millones de toneladas de residuos urbanos generados en España en 2018, más del 53 % acabó en los vertederos, situando a nuestro país lejos del objetivo de no superar el 35 % que establece el Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos (PEMAR) 2016-2022.

De hecho, según recoge elDiario.es en esta información, la Comisión Europea aceptó a principios de este 2021 la denuncia presentada por 16 entidades medioambientales respecto al incumplimiento de España de los objetivos de reutilización y reciclaje establecidos en la normativa comunitaria. Esta habla de alcanzar una tasa de reciclaje del 50 % para el año 2020.

Los envases juegan un papel protagonista al respecto, pues en los últimos años la cantidad de residuos provenientes directamente del packaging se ha incrementado en España notablemente.

Así, el nuevo Plan de acción de economía circular, aprobado por la Comisión Europea en 2020, ahonda un poco más en el problema y pasa a poner el foco en cómo evitar la generación de residuos desde todas y cada una de las fases del proceso de producción de un producto o envase, es decir: el diseño, la fabricación, el consumo, la reparación y la reutilización; alargando así la vida útil de los bienes que consumimos. Es decir, ya no solo se trata de garantizar una buena gestión de los residuos, sino de plantear su ciclo de vida de forma acertada. En ese proceso, el ecodiseño es clave.

Alcanzar el Objetivo 12 de los ODS: garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles, apunta de igual manera en esa dirección. Revertir la actual situación, la que marca una economía eminentemente lineal basada en comprar, usar y tirar, pasa por adoptar el ecodiseño como estrategia común a la hora de concebir cualquier producto (en especial, envases), en nuestro país. Más aún si tenemos en cuenta que el 80 % del impacto ambiental de un envase se puede corregir en la fase de diseño.

De hecho, según el Objetivo 12, de aquí a 2030 deberíamos reducir considerablemente la generación de desechos mediante actividades de prevención (aquí entraría el ecodiseño como herramienta de disminución de impacto ambiental), reducción, reciclado y reutilización; alentar a las empresas a que adopten prácticas sostenibles e incorporen información sobre la sostenibilidad en su ciclo de presentación de informes y ayudar a los países en desarrollo a fortalecer su capacidad científica y tecnológica para avanzar hacia modalidades de consumo y producción más sostenibles, entre otras medidas necesarias.

No hacerlo conlleva al despilfarro de recursos naturales, a una sobreproducción de residuos de complicada y costosa gestión, a la contaminación sistemática de los océanos, de los suelos y del aire, al agravamiento de la crisis climática y a un riesgo demasiado alto (como se ha puesto de manifiesto) para la salud y la integridad de las personas.

 

 

1.b. Ecodiseño y empresas

Volviendo al año 2018, según datos de Ecoembes, más de 2.100 empresas españolas adoptaron entonces 3.653 medidas de ecodiseño, lo que se tradujo en un ahorro de más de 25.200 toneladas de materias primas, pues el 40 % de las medidas aplicadas se encaminaron hacia la reducción de la cantidad de material empleado en la fabricación del producto o envase.

Esto supuso un ahorro de costes importante para las empresas en dos sentidos: lograron reducir el consumo de materia prima durante la fase de desarrollo y producción (sobre todo de plásticos -todos los residuos plásticos deberían, además, ser reciclables o reutilizables antes de 2030-), consiguieron disminuir el peso del producto, con todo lo que ello conlleva en la fase de distribución. En otras palabras, siguieron aquello de “hacer más con menos”.

Esta forma de integrar el ecodiseño es plausible, sin embargo, se cree agotada, de hecho, son muchas las voces expertas que han dado la voz de alarma en este sentido a través de diversas publicaciones; de ahí que las empresas se vean obligadas a explorar otros caminos hacia la optimización. De hecho, es en este objetivo donde reside el reto y la ambición que debe siempre estar presente en aquellos equipos profesionales que han de desarrollar proyectos de ecodiseño.

En este sentido, existen herramientas a disposición de las empresas para lograrlo, como son la Guía de la Huella Ambiental de Organizaciones (Guía de la HAO), la norma ISO/TS 14072:2014,  la Guidance on Organizational Life Cycle Assessment2 de PNUMA o las puestas a disposición por el Ministerio para la Transición Ecológica desde su web y que dicho organismo ha desarrollado con el fin de facilitar el cálculo de la huella de carbono de una organización, así como la estimación de las absorciones de dióxido de carbono que genera un proyecto de absorción.

La apuesta por la innovación juega, como puede adivinarse, un papel fundamental en las empresas que abrazan este tipo de iniciativas, así como el compromiso de sondear en el mercado en busca de proveedores capaces de suministrar materiales alternativos y certificados, respetuosos con el medioambiente, pero también con los derechos humanos y la justicia social. Porque si el diseño ha de ser ecológico, también ha de incurrir en una vocación sostenible y justa desde el punto de vista del humano, contribuyendo a dos de los ODS: el fin de la pobreza  y la reducción de las desigualdades, entre otros.

En este sentido, cada vez son más las empresas que están implementando una estrategia de ecodiseño en la concepción y desarrollo de productos y envases (los beneficios se trasladan, sin duda, a las etapas de producción, distribución, almacenamiento, uso y gestión como residuo, cuyo impacto ambiental se limita considerablemente), pero también al desarrollo de una sociedad mejor.

De hecho, son muchas las que ya fijan sus nuevos objetivos estratégicos en la adopción de un sistema de producción circular y más equitativo para las próximas décadas.

 

 

2. El ecodiseño: hacia el producto y envase idóneos

Los envases del futuro más próximo son envases que responden a una estrategia de ecodiseño. Envases que ven incrementada su calidad y funcionalidad al adoptar criterios ecológicos y sostenibles. Y frente a lo que muchos pudieran pensar, también su precio como producto final fruto de una reducción de los costes asumidos durante las fases previas a su salida al mercado.

En el sector de la alimentación, el diseño respetuoso de envases resulta crucial, pues su impacto sobre el medioambiente es decisivo y entra de lleno en el ámbito de la economía doméstica. En este sentido, el ecodiseño alberga sus propias pautas, a las que sin duda dedicaremos otra entrada de nuestro blog por su importancia e impacto ambiental y económico.

Sin embargo, a grandes rasgos, no cabe duda de que el éxito del packaging ecodiseñado se basa en la consecución de varias funcionalidades: disminuir la materia prima empleada, que esta sea sostenible, reciclada y fácilmente reciclable (también desmontable si aglutina varios materiales para proteger y preservar el producto, aunque lo idóneo es que emplee solo uno, y con un tamaño propicio para su deposición en los contenedores oportunos) y garantizar un ciclo de vida más amplio gracias a su resistencia, posibilidad de reparación o su reutilización. Se trata de que cada vez menos envases y productos acaben en los vertederos.

Interior caja sal (Diseño Ideolab)

Conseguir que todo producto o envase alcance en la mayor medida posible estos fines pasa por la investigación, no solo de nuevas formas de diseñar, sino de materiales y, tan importante como los anteriores, de proveedores capaces, como señalamos más arriba.

 

 

2.a. La importancia de quien provee y la presión de quien consume

Y es que, hablar de ecodiseño es hablar también de transparencia, pero no solo hacia el consumidor, mediante los denominados, por ejemplo, sellos ecológicos, sino hacia el proveedor, ya que muchas veces las empresas y fabricantes desconocen la composición auténtica de los materiales que emplean suministrados por terceros y, por tanto, de su seguridad. La opacidad en este sentido es aún grande.

Así, conseguir información clara y precisa sobre los materiales que se emplean, cómo se extraen, se procesan, se embalan, cómo se distribuyen…, es fundamental para reducir nuestra huella en el planeta como empresas con poder de acción y decisión.

A los criterios medioambientales deberíamos sumar los sociales, descritos anteriormente, con el fin de garantizar que nuestros proveedores sean responsables no solo con su entorno, sino con quienes posibilitan su actividad económica: desde la primera cadena del eslabón, aquella que protagonizan agricultores y agricultoras de todo el planeta, así como agentes extractores, hasta trabajadores y trabajadoras, personal de reparto, etcétera.

Y es que, ¿no son los consumidores y consumidoras quienes han impulsado el cambio?, ¿no es el conjunto de la ciudadanía quién demanda en mayor medida productos sostenibles y justos? Dar respuesta a una exigencia creciente será dar respuesta a los problemas presentes y futuros en materia medioambiental. Y todo ello pasa, sin lugar a dudas, por la incorporación del ecodiseño, o simplemente diseño, a todo proceso de ideación, desarrollo y producción.

*Datos consultados en el Perfil Ambiental de España 2018