Deberíamos dejar de hablar de urgencia medioambiental y comenzar a emplear términos más adecuados como el de crisis climática.

Los últimos informes presentados en el marco de la COP26 al respecto son demoledores y contundentes. Sin embargo, la sombra de la inacción planea, de nuevo, sobre nosotros y nosotras.

Gobiernos, lobbies…, alcanzar pactos no es sencillo, respetarlos es ya otro cantar.

Y es que, es difícil alcanzar objetivos que hablen de racionalidad, de equidad o de limitar los excesos cuando vivimos inmersos en un sistema capitalista, programado para crecer de manera infinita y exponencial al margen del contexto medioambiental. Así que, eh ahí el gran desafío, la protección de nuestro mundo requiere un cambio de modelo económico.

El cómo afrontarlo está en nuestra mano.

Porque no todo empieza y acaba en las Administraciones. La ciudadanía tiene mucho que decir, más aún en calidad de trabajadores y trabajadoras con posibilidad de decisión.

A continuación, repasamos brevemente lo que ha supuesto la última conferencia de Glasgow y cómo algunos profesionales hemos decidido iniciar el cambio más allá de las cumbres, las recomendaciones europeas o las disposiciones legales marcadas por los Gobiernos.

Resulta frustrante, una vez más, comprobar la deriva de las negociaciones en citas como la última COP. ¿Realmente podemos seguir poniendo todas nuestras expectativas exclusivamente en manos de los Estados? Deberíamos hacer un poco más. Deberíamos tomar la iniciativa de manera tajante.

 

Índice de contenidos

      1. Las terribles conclusiones que nos deja la cumbre de Glasgow.
        1. ¿Qué es la COP?
        2. El resultado de la cumbre, por ahora.
      2. El desastre del cambio climático, cómo hacerle frente desde el diseño.
        1. Ecodiseño y huella de carbono: hacia la reducción del impacto medioambiental.
        2. Convencer por responsabilidad social y ambiental.
        3. Compromiso y pragmatismo empresarial.

 

1. Las terribles conclusiones que nos deja la cumbre de Glasgow

Acaba de finalizar la última de las conferencias del cambio climático (COP), la número 26, en la ciudad de Glasgow (Escocia, Reino Unido).

La cita ha servido, entre otras cosas, para poner sobre la mesa la preocupante situación medioambiental que atravesamos, y la insuficiencia de los planes de acción climática nacionales para revertir dicha situación.

Por un lado, preocupa, y mucho, la tendencia en el aumento de la temperatura global del planeta y, por otro, la imperante necesidad de redoblar esfuerzos en acción climática para conseguir el objetivo principal del Acuerdo de París: mantener el aumento de la temperatura media mundial a raya (muy por debajo de los 2 ℃ en este siglo).

La década que acabamos de iniciar será crucial para lograrlo y no sucumbir, de manera definitiva, al desastre climático que nos acecha.

1.1. ¿Qué es la COP?

Para quienes no sepáis muy bien en qué consiste la COP, os lo explicamos brevemente.

Lo que durante varias semanas ha ocupado las portadas de los periódicos y los primeros minutos de los informativos no es otra cosa que la última de las Conference of the Parties, es decir, COP: conferencias llevadas a cabo por los Estados Parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

Estas se celebran de forma anual y sirven de termómetro para analizar y evaluar el progreso de las políticas y acciones gubernamentales en la cruzada contra el cambio climático.

Algunas de las COP más ambiciosas dieron lugar, como las de Kioto (1997) o París (2015), a obligaciones vinculantes para los países desarrollados, como reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, principal escollo en la lucha hacia la protección del medioambiente.

Lograr dichos acuerdos resulta harto complicado, llegar a compromisos supone el consenso entre los participantes, y eso no es sencillo.

Por otro lado, contaminar sigue saliendo gratis o muy barato a los países, de ahí las dificultades de que los objetivos marcados en dichas conferencias se cumplan.

1.2. El resultado de la cumbre, por ahora

En esta edición, los países participantes y su capacidad de acción se jugaban la confianza de la ciudadanía, tal y como subrayó Teresa Ribera, vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica, en la recta final de la misma.

De hecho, los más críticos con la cita (ONG, plataformas contra el cambio climático, activistas…) hablaban ya en las primeras jornadas de “lavado de cara verde”, por la escasa confianza depositada en el encuentro. Lamentablemente, el borrador presentado a modo de declaración final no vaticina lo contrario.

Este sí es explícito acerca de la urgencia de la crisis climática, también pone de relieve lo decisivo de esta década para lograr el objetivo de limitar el calentamiento en 1,5 ℃; sin embargo,  no se deja constancia de aquellas acciones específicas que son necesarias para ello, como acabar de una vez por todas con la dependencia de los combustibles fósiles, por ejemplo, el gran caballo de batalla.

Sin duda, hace falta más altura de miras y, sobre todo, más acción.

De lo contrario, en una década habremos superado el límite de emisiones de CO2 que, actualmente, marca una catástrofe medioambiental.

Una vez más, buena parte de la ciudadanía va por delante de sus representantes en el camino hacia el cambio por la justicia social y medioambiental.

 

2. El desastre del cambio climático, cómo hacerle frente desde el diseño

Que los Gobiernos deben actuar con urgencia es una obviedad, que las empresas han de contribuir a frenar las consecuencias de sus actividades productivas, también. Pero ¿qué hay de nuestras obligaciones y responsabilidades como ciudadanos? La inacción, ya sea por falta de conocimientos, de recursos o por hastío, no es una opción. Se puede hacer mucho con muy poco.

Como elementos esenciales del tejido productivo, está en nuestra mano impulsar, desde el mismo puesto de trabajo (no solo desde el ámbito doméstico), ese cambio que ataje con urgencia los desmanes de nuestra desproporcionada y frenética actividad.

Una forma de hacerlo es apostando por procesos, productos y formas de consumo sostenibles.

Al fin y al cabo, una compañía, marca o gran empresa es el fruto del trabajo de decenas de personas, ellas hacen la empresa y en ellas está la llave hacia la revolución.

Por ejemplo, el 80 % de la huella de carbono de un producto depende de la fase de diseño, es decir, ese porcentaje de impacto medioambiental puede reducirse con una estrategia que abrace una perspectiva eco.

Apostar por esta opción de forma general e integral permitiría la producción y distribución de bienes de consumo convenientes para la denominada economía circular, sostenible en el tiempo, y como consecuencia, para el cumplimiento de los grandes objetivos de limitación de emisiones a corto plazo.

2.2. Ecodiseño y huella de carbono: hacia la reducción del impacto medioambiental

La huella de carbono de un producto no es otra cosa que la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que emite durante todo su ciclo de vida, desde el proceso de extracción de las materias primas empleadas hasta su uso o posibilidad de reciclado.

De hecho, el plástico se ha empleado tradicionalmente por su mínimo coste productivo, el error residía, sin embargo, en que este último no contemplaba el alto coste de reciclaje de dicho material. Si lo tenemos en cuenta, la ecuación cambia y la balanza se inclina hacia una posición diametralmente opuesta: deberíamos prescindir del plástico siempre que sea posible.

El cálculo de la huella de carbono resulta útil en cuanto que nos permite cuantificar las emisiones de las que son responsables los bienes que producimos, detectar los puntos críticos del proceso y revertir el impacto desmesurado mediante estrategias adecuadas.

Una de esas estrategias es el ecodiseño, capaz de reducir considerablemente el impacto medioambiental de un productor sin dañar la estética, calidad, viabilidad, eficacia o seguridad del mismo. De hecho, el ecodiseño logra todo lo contrario, incidir positivamente en todas estas características desde la fase de concepción de ese bien.

Tanto es así que en Ideolab no concebimos otra forma de diseñar que no sea aquella que apuesta por una alternativa ecológicamente responsable.

Formamos parte de ese conjunto de profesionales del sector del diseño en España que apuesta fuertemente por el ecodiseño o, mejor dicho, por la ecoconciencia como única alternativa para afrontar proyectos competitivos, sostenibles y con recorrido de futuro.

Aún con todo, no resulta fácil convencer a marcas y fabricantes de la urgencia de tomar una postura medioambiental en sus modelos productivos con el fin de reducir el porcentaje de emisiones contaminantes. Sin embargo, en conseguirlo está el reto de quienes hemos de diseñar productos eficientes y eficaces en la preservación del medioambiente, la salud y la justicia social.

Y no hablamos de bienes del futuro, la palabra futuro no cabe ya cuando la urgencia medioambiental es acuciante. Dejemos de lado dicha expresión para afrontar, de una vez por todas y desde ya, el diseño de productos respetuosos o, simplemente, viables.

2.2. Convencer, por responsabilidad social y ambiental

Debemos apostar por bienes concebidos para durar, para precisar de la mínima cantidad de materias primas y energía en su elaboración (siendo estas además sostenibles), y para garantizar un fácil traslado, almacenamiento, uso y proceso de reciclaje. La razón es sencilla: si no lo hacemos, estaremos eludiendo nuestra responsabilidad como profesionales del diseño, como garantes de la efectividad de un bien material a la hora de satisfacer las necesidades de quienes los consumen.

Y ¿qué mayor necesidad puede haber que la preservación del planeta, del bienestar físico y mental, aumentando con ello  además la seguridad y utilidad de un producto? Sería muy arriesgado señalar que si no ecodiseñamos no deberíamos ejercer nuestra profesión. Pero realmente es así.

Somos conscientes de que hace falta un ejercicio de persuasión. Por un lado, hacia la empresa-cliente, para poner de relieve que eco no es sinónimo de caro, y por otro, hacia otros profesionales del sector, que se escudan en dificultades muy discutibles para no afrontar el reto.

Existen múltiples materiales sostenibles a disposición de quienes diseñamos, proveedores dispuestos a allanarnos el camino, herramientas tecnológicas que nos facilitan la vida…, apostar por fórmulas ecológicas es tan solo una cuestión de voluntad y perseverancia, de formación y de responsabilidad.

Quizás el sector, de forma generalizada, deba empezar a ser consecuente con sus actos, demostrando así el compromiso que se espera de personas profesionales extremadamente cualificadas y preparadas para el cambio.

2.3. Compromiso y pragmatismo empresarial

El diseño ha supuesto históricamente un revulsivo que ha ayudado a combatir innumerables causas, ahora su papel debería ser el mismo.

Somos conscientes de que la tarea no es sencilla a priori, que todo proceso conlleva cierta acomodación, pero intentemos avanzar hacia el ecodiseño en cada proyecto, conquistando fases y mentalidades, buscando aliados que nos hagan avanzar en este sentido.

Somos una parte importante del sistema y, como tal, debemos tomar decisiones sin esperar a que las autoridades lo hagan por nosotros o a normas que nos digan, demasiado tarde, cómo actuar.

Estamos convencidos de que el ecodiseño es el camino, de que las soluciones y respuestas con valor medioambiental y social contribuirán de manera determinante a la defensa de los valores ambientales.

Porque lo hace desde la responsabilidad, pero también desde el pragmatismo empresarial.

Porque esta es la única manera de contribuir a la sostenibilidad del planeta mediante la reducción de las emisiones de CO2, la desinversión en combustibles fósiles, la optimización de materias primas sostenibles…, pero también de la actividad económica y del tejido productivo.

Lo cierto es que cada vez más profesionales del mundo del diseño nos mantenemos firmes en la defensa de la honestidad ecológica, por convicción, porque sabemos que no hay otro camino y porque de nosotros depende la creación de una conciencia colectiva realmente amplia que tome la crisis climática como lo que es: una emergencia.