Hace unos días visité por fin la Sagrada Familia. Llevo instalada casi 5 años en Barcelona y ya iba siendo hora de hacerle una visita. Pero las interminables colas para su acceso, me hacían retrasar el plan una y otra vez..., suerte que teniendo un niño en silla te hacen pasar por un acceso directo.
Para ir entrando un poco en materia, os contaré algo sobre la vida del creador: Antoni Gaudí. Teniendo en cuenta que no destacó por su brillantez en los estudios, más bien se le clasifica de estudiante regular, llegó a ser un genio admirado tanto por profesionales como por el público más llano. Después de trabajar en obras tan célebres como Casa Calvet, Casa Batlló y Casa Milá, asumió en 1883 el proyecto del templo. Trabajó 43 años hasta su desafortunada muerte en 1926. Sufrió el atropello de un tranvía que lo dejó sin sentido en la calle, al ir indocumentado y con apariencia desalineada, la gente lo confundió con un mendigo no prestándole auxilio, hasta que un guardia civil lo condujo al Hospital de la Santa Cruz donde fue reconocido por el capellán. Murió unos días después en el hospital.
Fue un hombre de fe, observador de la naturaleza, arquitecto genial que rompió con los esquemas de su época. Su obra La Sagrada Familia representa en piedra la fe cristiana en todos sus aspectos.
Ya centrándonos en la obra maestra de Gaudí, tengo que decir que me pasaría horas contemplando las fachadas y descubriendo sus conjuntos escultóricos cargados de simbolismo, como las dos enormes tortugas, una de tierra y otra de agua, que sujetan dos columnas en la fachada de la Natividad. ¿Qué se le pasaría por la cabeza al Sr. Gaudí para incorporar estos reptiles en su templo? En las fachadas se representa la vida de Jesús: nacimiento, pasión, muerte y resurrección.
Sorprende la altura y la verticalidad que le dan sus 18 torres que representan a Jesucristo, a los 4 Evangelios, a la Virgen María y a los 12 apóstoles.
Y si sus fachadas son impresionantes, su interior es majestuoso, lleno de luz y de color. Sus vidrieras forman un conjunto de luces que a medida que pasa el día va cambiando la tonalidad dotándolo de una magia muy especial. Gaudí no quería esmaltes que disfrazasen la luz, como él decía “el sol será su mejor pintor”.
Para él, la luz interior significa introspección, un lugar para el recogimiento, pero con la cantidad de gente que visita el templo el lugar no es lo más apropiado para el rezo y la meditación... Puedo imaginármelo sin apenas gente y entonces sí que invitaría al recogimiento, lo siento por ti, Antoni, igual no contabas con esto.
La geometría en las columnas, bóvedas y arcos recuerda a esa naturaleza tan observada por el maestro arquitecto.
Todo esto y mucho más han hecho de Antoni Gaudí una figura universal de la arquitectura moderna.
Y las obras siguen pero con fecha final en el 2026. Y entonces espero volver y dejarme llevar otra vez por este lugar tan fascinante.
«No hay que lamentar que yo no pueda acabar el templo. Yo me haré viejo, pero otros vendrán detrás mío. Lo que debe conservarse siempre es el espíritu de la obra, pero su vida tiene que depender de las generaciones que se la transmiten y con las cuales vive y se encarna.» A. Gaudí
Aquí os dejo un vídeo para que veáis cómo crece la basílica.