La tecnología de blockchain se ha abierto un camino imparable en los negocios a nivel mundial. La capacidad de registrar, procesar y rastrear cualquier activo de manera transparente hacen de ella una herramienta óptima para el incremento de la eficiencia y la reducción de costes empresariales en todo tipo de transacciones. La famosa expresión la información es poder toma un significado especialmente relevante de la mano de la tecnología blockchain y su capacidad para tratar datos.
Un buen ejemplo de tecnología blockchain es la moneda digital o criptomoneda Bitcoin, que opera desde el año 2010, y su evolución a los denominados tokens. Pero no todo son ventajas en esta nueva forma de concebir los activos empresariales a través de unidades de valor digitales. Su registro, almacenamiento e intercambio suscita un gran problema más allá de la seguridad: la potencia computacional que precisan. En otras palabras: el cada vez mayor consumo de recursos energéticos.
Tecnología blockchain: electricidad, agua y basura electrónica
La tecnología blockchain precisa de una cantidad ingente de energía. Según diversas investigaciones, como la llevada a cabo por la Universidad de Cambridge, tan solo la generación de bitcoins puede llegar a consumir más de 140 teravatios por hora al año (Noruega consume 124 TWh). De hecho, no pocas compañías se mudan o instalan en países donde la energía eléctrica es más barata. La huella de carbono de las monedas digitales es importante y aumenta mes a mes. De hecho, se estima que alcanza la cifra de 23 millones de toneladas métricas de emisiones de CO2 al año.
Pero no solo se trata de energía eléctrica, el consumo de recursos hídricos, para refrigerar los equipos empleados, también es importante. Por ejemplo, el entrenamiento de la herramienta de Inteligencia Artificial ChatGPT-3, otra de las tecnologías en desarrollo más importantes y polémicas del momento, consumió alrededor de 700.000 litros de agua por parte de Microsoft. Esta cifra nos brinda una idea del consumo que representan las tecnologías asociadas a importantes centros de datos, cuya cifra podría superar los 8.000 en todo el mundo.
Electricidad, agua y basura electrónica, la que deja a su paso la tecnología blockchain. Y es que, estudios recientes señalan que el minado de Bitcoin es responsable de más de 30.000 toneladas de residuos al año. Cada transacción procesada generaría una media de 272 gramos de basura electrónica. De hecho, el pasado año asistimos a una escasez de superconductores que puso en jaque al mercado tecnológico internacional, pero también a los centros de minado, con serias dificultades para hacerse con tarjetas gráficas.
La falta de conciencia medioambiental
Sin embargo, y a pesar de las cifras expuestas, apenas existe conciencia del impacto medioambiental que provoca este tipo de tecnología, a pesar de advertencias como la lanzada por el Banco Central Europeo (BCE), que ha hecho un llamamiento sobre los riesgos que implica el blockchain para la transición verde europea.
Cierto es que encontramos algunos ejemplos de empresas que tratan de hacer más sostenibles estas soluciones. Por ejemplo, Ethereum, otra de las criptomonedas más famosas del momento, inició a finales del pasado año una transición al verde, que ya ha culminado, para tratar de reducir su impacto medioambiental en un 99,5 %. Y han comenzado a surgir empresas de minería de bitcoin que cuentan con certificado de emisiones negativas de CO2 al tirar de energías limpias como la fotovoltaica para su actividad.
Aún con todo, ejemplos como los anteriores no son suficientes. El impacto climático de la tecnología blockchain es aún importante y, peor aún, será mayor en la medida que se generalice su uso. Lo cual no deja de ser paradójico, ya que la UE apuesta por esta como una herramienta decisiva para combatir el cambio climático. De hecho, según la propia Comisión Europea, las tecnologías digitales en su conjunto representan entre el 8 y el 10 % del consumo de energía, y entre el 2 y el 4 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Se puede ser a la vez parte y solución del problema? Una vez más, el tiempo nos dará la respuesta.